domingo, 7 de febrero de 2010

Cuento tiempo

Mi prima de dos años me ha servido como excusa para acercarme a ver Tiana y el sapo. Todo un acierto. La factoría Disney ha levantado cabeza después de mucho, mucho tiempo sin hacer nada decente (unos once años, calculo) y me ha vuelto niño otra vez por hora y media en la que he disfrutado como, exacto, un enano.


En estos tiempos en los que se ensalza el realismo de las criaturas creadas por ordenador y de la inmersión que ofrece el 3D, Disney me mete en su película bidimensional y hace que me crea a sus personajes. Porque ante todo es una película Disney con todo lo que eso conlleva: Animales que hablan, canciones con rimas en infinitivo y sintaxis extrañas (debidas a la traducción a nuestro idioma), valores marca de la casa y muchos colorines. También conservan sus momentos de crueldad que pueden traumatizar a cualquier niño. Pero todo esto funciona con un buen guión (sorprendentemente fresco sin despegarse de la fórmula tradicional) y un gran apartado visual y musical (Jazz de Nueva Orleans en una película de Disney, ¡y no desentona ni un ápice!) . Se le perdonan todos sus infantilismos, ya que ante todo Tiara y el sapo se entrega a su público: Los niños.

Merece el Oscar a mejor película de animación, por encima de Up. Pero esa es otra historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario