
En estos tiempos en los que se ensalza el realismo de las criaturas creadas por ordenador y de la inmersión que ofrece el 3D, Disney me mete en su película bidimensional y hace que me crea a sus personajes. Porque ante todo es una película Disney con todo lo que eso conlleva: Animales que hablan, canciones con rimas en infinitivo y sintaxis extrañas (debidas a la traducción a nuestro idioma), valores marca de la casa y muchos colorines. También conservan sus momentos de crueldad que pueden traumatizar a cualquier niño. Pero todo esto funciona con un buen guión (sorprendentemente fresco sin despegarse de la fórmula tradicional) y un gran apartado visual y musical (Jazz de Nueva Orleans en una película de Disney, ¡y no desentona ni un ápice!) . Se le perdonan todos sus infantilismos, ya que ante todo Tiara y el sapo se entrega a su público: Los niños.
Merece el Oscar a mejor película de animación, por encima de Up. Pero esa es otra historia.
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